Al señor Sergio Massa…

Al señor Sergio Massa, y a su resentido representante en Ituzaingó (ese que ustedes -quien sea que lo haya votado- ni siquiera vieron en la boleta de voto porque no fue capaz de poner su foto… ya que lo conocerían de otra parte), le explicaré por qué contesté a esa grabación suya en el teléfono con un «Váyase a la Reputa Madre que lo Parió».

Y no continué phablando orque es inútil hablarle a una grabación.

A ud, Sr. Massa, fantasma mediático, e incluso a sus representantes locales, NO LO CONOZCO más que por noticias. No me importa lo que haya hecho, bien o mal, en su distrito con un gobierno local sostenido por ricos. Por suerte las noticias –y su afán de protagonismo– ultimanente nos han acladado muchas cosas.

Lo puteé cuando me llamó con esa grabación lleno de palabras pretendidamente compradoras como «querido vecino» porque es esa misma voz con que habla por TV para tirar basura contra el modelo actual, contra Néstor, contra Cristina, contra tantas personas que se han esforzado y se esfuerzan por mi bienestar.

Y contra mí, que en mi pequeñez, me esfuerzo también aquí en Ituzaingó.

Si hubiese sido un llamado real, le hubiese dicho que a su representante, y a la mayoría de los que están en esa lista, JAMÁS LOS VI POR MI BARRIO, ni ahora ni antes, ni cuando fue necesario que TODOS en Ituzaingó nos ayudáramos: luego del tornado que destrozó muchas propiedades aquí, dolosamente, en tres minutos, nuestras propiedades, construidas a lo largo de toda una vida.

Sí conozco, y los vi ayudando, y me ayudaron, a los candidatos de la lista del modelo que usted critica de esa manera tan nauseabunda.

Porque ¿sabe? cuando usted critica así me OFENDE A MÍ TAMBIÉN. Así QUE NO ME VUELVA A LLAMAR.

Desde que usted se metió a romper todo lo hecho por el kirchnerismo en estos años, eso que empieza con K de Kirchner y a lo que los que están del otro lado se refieren con tanto desprecio, «los K», pero con odio, SENTÍ DE NUEVO como en los años 90 y 2000 que puedo terminar mi vida (tengo 62 años) tirado en una calle, con frío, meado encima, hambriento, enfermo e ignorado por todos.

SABE, he visto gente en esas condiciones mientras otra gente viajaba a todos los destinos turísticos del mundo, felices. Y mientras yo me quedaba sin trabajo, se me arruinaba para siempre una carrera brillante y rozaba el futuro cercano de esa condición: la de un indigente olvidado. Un número sin importancia en las fórmulas de los economistas que usted ahora promueve.

Lo mío no es una imaginación febril.

Por eso, señor, será mejor que se aleje de mi vida. No puedo contestarle de ninguna otra manera. Lo haré de nuevo, del mismo modo que le gritaría a cualquier malnacido que viniese a romper algo a mi casa. Así que repito: ¡Váyase a la reputa madre que lo parió! Aunque su madre no tenga nada que ver, ya sabe muy bien a qué me refiero.

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