Con un presupuesto doce veces mayor que en 2003, el CONICET celebra 55 años

«No había fondos ni cargos, y la carrera de investigador corría peligro, pero a partir de ese año el panorama cambió completamente», dice su titular, Roberto Salvarezza. En 2012 financió el trabajo de 7485 investigadores y 9076 becarios

Ciencia

Hoy no se concebiría que nos mandaran a lavar los platos», dice orgulloso Mario Galigniana, investigador principal del CONICET, organismo que ya cumplió 55 años. El investigador recuerda cómo una tarde de 1994, el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo mandaba a lavar los platos a una científica que pedía mayor presupuesto. Dos años después, Galigniana y su esposa, también investigadora, partían a trabajar a la Universidad de Michigan. Aquí no había presupuesto ni becas.

Incubadora, cuna y hogar de la ciencia y tecnología argentinas, el CONICET constituye uno de los activos más importantes del capital nacional en materia científica. Inaugurado el 5 de febrero de 1958 y presidido por Bernardo Houssay, el primer premio Nobel de América Latina, supo sobrevivir a los cambios de gestiones, atravesó épocas sombrías de indiferencia y otras de desfinanciamiento, y hoy, ya bajo el ala de un ministerio, su presupuesto es 15 veces mayor que el que se le otorgaba en 1991, y supera 12 veces al de hace una década. La cantidad de científicos también creció. En 2012, fueron 16561 entre investigadores (7485) y becarios (9076).

Entre sus acciones más importantes están fomentar el intercambio y la cooperación científico-tecnológica dentro del país y con el extranjero; otorgar subsidios a proyectos de investigación; y otorgar pasantías y becas para la capacitación y perfeccionamiento de egresados universitarios, o para la realización de investigaciones científicas en el país y en el extranjero. La institución logró posicionar la carrera de Investigador Científico y Tecnológico.

«Desde hace diez años, la ciencia dejó de ser un gasto y se convirtió en inversión», asegura Galigniana, y agrega que «antes no se entendía muy bien al científico y era visto como un bicho raro. Pero gracias a las políticas apropiadas, se ha tomado conciencia y hoy la mayoría reconoce la importancia de la ciencia para el desarrollo de un país».

Roberto Carlos Salvarezza es el presidente del CONICET. Para él, una de las décadas más nefastas para el consejo fue la del ’90, cuando el Estado no tenía en cuenta la ciencia y la tecnología y «sólo formaban parte de los discursos. No había fondos ni cargos, y la carrera de investigador corría peligro. En 2003, el panorama cambió completamente, y se comenzó a valorizar a los científicos. Fueron diez años de crecimiento sostenido».

Si bien en un comienzo el CONICET se basó en la investigación de ciencia básica, en los últimos años se ha afianzado con creces la investigación aplicada, con transferencia de conocimientos a organismos y empresas. Para celebrar el 55º aniversario habrá mañana a las 16, en la Nave de la Ciencia de Tecnópolis, un acto conmemorativo que presidirá el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao.

«Si las políticas se mantienen a lo largo del tiempo, el futuro es más que promisorio», dice Galigniana, «porque el futuro se hace en el presente». «

Piel, clones y yogur

Los logros alcanzados a lo largo de estos años fueron muchos e innumerables. Proyectos e investigaciones recorren una gama amplísima que va desde trabajos de investigación básica hasta la más vasta variedad de descubrimientos y desarrollos en ciencia aplicada. Entonces no sorprende que los científicos argentinos presenten trabajos de alto nivel, reconocidos internacionalmente, como la reprogramación celular que permite transformar piel en células pancreáticas, o que produzcan semillas antisequía. Un trabajo reciente descubrió, por ejemplo, que el canto de las aves ayuda a desarrollar dispositivos de fonación para las personas que padecen alguna discapacidad. Un proyecto premiado fue el de los «Súper clones equinos», llevado adelante por la empresa Bio Sidus y la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. En tanto, otro equipo de investigadores del CONICET estudia un tratamiento combinado contra el cáncer de páncreas y el de colon, con resultados positivos en animales en más del 50% de los casos. Y otro gran invento de los investigadores del Conicet fue el Yogurito, un alimento lácteo con Lactobacillus rahmnosus, una bacteria que refuerza el sistema inmune y previene enfermedades infecciosas, respiratorias y gastrointestinales.

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